Atendiendo a las potencialidades del barrio, proponemos crear un jardín comunitario a partir de la reutilización del agua condensada generada por los aires acondicionados.
Atendiendo a ello, aspiramos a “injertar” en el circuito tecnológico de los climatizadores un “plug-in” biológico y artístico que permita proteger, refrescar y adecentar las viviendas del barrio.
De esta manera, los aires acondicionados pasarían a transformarse, funcional y estéticamente, en el elemento desencadenante de jardines verticales gestionados desde las ventanas y balcones de las viviendas. Una estrategia que permitiría utilizar el agua generada por los climatizadores para extender lo doméstico un poco más allá, creando una membrana verde que, como un caballo de Troya, ayude a minimizar la necesidad de utilizar estos dispositivos además de propiciar, por adicción, un paisaje exterior más fresco y habitable, no sólo para los residentes, sino también para otros vecinos y otras especies del barrio. Después de todo, como sostenía Louis I. Kahn “la calle es una habitación por consenso. Una habitación comunitaria cuyas paredes aportan los que allí viven, entregadas a la ciudad para su uso colectivo”.
La formalización de este paisaje colectivo podría materializarse a través de infinitas posibilidades. Sin embargo, en esta primera tentativa nos gustaría explorar el rico patrimonio de tiestos cerámicos asociados a la arquitectura popular andaluza así como las celosías de influencia islámica.
Precisamente, la arcilla es el material más típico del valle del Guadalquivir, y se caracteriza por su capacidad plástica, la cual ha sido utilizada desde las primeras culturas del Mediterráneo hasta la actualidad, así como por su capacidad térmica -una vez cocida- que resulta de gran interés para gestionar la temperatura y la humedad del entorno por evapotranspiración, tal como demuestra su uso en macetas, botijos, o en ventanas orientales de climatización pasiva como las rowshan o mashrabiya. Dispositivos climáticos donde se combinan la capacidad de sombreamiento y aceleración del aire de las celosías, con la capacidad de refrigerar los líquidos y atmósferas de las cerámicas humedecidas.
Desde esta perspectiva, nos parece sugerente utilizar el agua destilada generada por los aires acondicionados para “alimentar” dispositivos pasivos como estas mashrabiyas que, complementariamente podrían ayudar a refrigerar el aire, además de propiciar un espacio de cultivo de plantas sobre macetas.
Curiosamente, los vínculos entre los dispositivos de la climatización activa (aires acondicionados) y pasiva (mashrabiya) podrían ser no solo funcionales, sino recíprocamente también formales. De esta manera, intentaremos propiciar una suerte de evolución de la carcasa de los aires acondicionados, forzándola a ocupar otros nichos o funciones que permitan convertir la fachada en un ecosistema más complejo y eficiente. Desde esta perspectiva podría alentarse una filogénesis que desembocara en una familia de mobiliarios de fachada compuesta por una serie de “especies”, a saber: una carcasa aire acondicionado, una carcasa mashrabiya, una carcasa macetero, una carcasa sonora, una carcasa bebedero de pájaros, una carcasa lumínica, una carcasa altar, una…
Alentados por estas posibilidades proponemos diseñar y fabricar en talleres junto a Collateral Studio, Estudio Pate, AEDI y Fablab Sevilla y en colaboración con los estudiantes de la Asociación de La Candelaria, una multitud de estos dispositivos que permitan la proliferación de plantas, pájaros y personas por la fachada así como colaborar en la refrigeración del ambiente.
Dispositivos, que podrían colonizar la fachada reutilizando los soportes estructurales típicos de los aires acondicionados. Compartir un mismo “pedestal” permitiría establecer un diálogo inesperado entre elementos muy dispares, garantizando además la adecuación a las normativas de seguridad y edificación existentes y facilitando su replicación en otros espacios de la ciudad. Adicionalmente, estamos convencidos de que la utilización de un soporte popular, sujeto a ciertas reglas de repetición y ritmo, podrían resultar de gran interés estético.
Como también podría serlo el patrón geométrico de horadaciones de la carcasa. Celosías que podrían ejecutarse superponiendo criterios funcionales, con otros simbólicos que podrían jugar un papel esencial en la fijación y transmisión de los vínculos que importan en el barrio y que podrían llegar a formar parte a diferentes niveles de la instalación.
Esta última reflexión introduce un horizonte nuevo en el relato, pues no solo se trata de crear nuevas pautas o relaciones, sino también de celebrarlas, de conmemorarlas. De esta forma, como en toda ritualización, el proceso se acompaña de otras expresiones que recogen y transmiten los vínculos que nos conectan. Así, el proyecto no solo se presenta como una “escena” sino como una experiencia inmersiva que incorpora una iluminación singular, una sonoridad propia, e incluso un aroma específico; como si de una nueva hermandad interespecies se tratara...